Saturday, 23 October 2010

una cosa rosa para un día gris de 2007


A veces dan las 3 de la mañana y lloro. Son días normales, no especialmente malos o buenos, días de rutina, pero llegan las 3 y me pongo triste. Empieza con una piscina de recuerdos, de cosas que ya no son, de sensaciones en la memoria de algo que fue enorme y ahora es un grano de arena. La respiración se me acelera y me empieza a doler la nariz, además se me encoge el Corazón, y se hace un poco más pequeño cada vez, y más duro. Es que bueno... antes mi Corazón antes era como una sandía cubierta de plumas. Rojo, fresco y fuerte aunque blandito, pero muy bonito. A la gente le gustó siempre mucho, solían venir a decirme lo bonito que era.
Y empezaron a pedirme trozos prestados... Decían que me los iban a devolver, cortaban pedacitos con un cuchillo y se los llevaban. Cogían trozos grandes y más pequeños, según el espacio que tuvieran en casa. Alguno hubo que se lo quiso llevar entero y por poco no me lo devuelve.
A mi no me importaba dejarlo.
Estaba orgullosa de que todos quisieran tener un Corazón como el mío. Hasta que un día empezó a haber problemas. Algunos trozos volvían rotos, o con remiendos, otros con mordiscos y otros llenos de sal. Partes nunca volvieron. Yo trataba de recomponerlo lo mejor posible, para poder seguir prestándolo a otras personas. Pero llego un momento en que mi Corazon estaba roto por todos lados, y remendado, y me escocia de la sal; de la sandía quedaban solo pepitas y corteza y las plumas estaban mohínas de la lluvia. ¡Con lo bonito que era antes! Mi Corazón se volvió feo de repente, y pequeño y piojoso. Ya casi nadie se acercaba a verlo, y los que lo hacían salían decepcionados.
Esto me puso muy triste, y así empecé a llorar todas las noches a las 3 de la mañana.

Un día decidí que tenia que hacer algo para arreglarlo. Se me ocurrió, que si lo metía en una caja negra de hojalata , quedaría a salvo de prestamistas ingratos y la gente volvería a estar deseosa de verlo, por aquello del misterio. Así lo hice. Me busqué una caja de acero, la pinte de negro y le puse un candado, metí dentro mi Corazón y cerré con llave. Al poco comenzaron a amontonarse los curiosos alrededor de mi caja negra. Me alegré. Volví a sentir que tenia algo bonito que enseñar, pero me daba vergüenza abrirla, porque entonces todos verían mi Corazón remendado. Paso el tiempo y la gente empezó a impacientarse, y a decir que querían verlo. Yo, hinchada de orgullo estaba a punto de ceder cuando que me di cuenta de que…
había perdido la llave.
La busque por todas partes y no la encontré. Me desesperé y volví a mis agonías nocturnas, pero esta vez con RABIA.

Ha pasado mucho tiempo desde aquello. Un niño descalzo y muy sucio se ha colado dentro de la caja y se lleva trozos a escondidas de vez en cuando. Es pequeñajo, y miserable. Pero para él, mi Corazón mohoso es un auténtico Tesoro. Yo tengo miedo. Tengo miedo de que un día se lo lleve todo y se vaya lejos. Y me deje a mi vacía y sola.
Pero cuando pienso así me doy cuenta, de que el Corazón se pudre de todas maneras…..como la sandía. Así que mejor que alguien venga y lo robe mientras está fresco.

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